Tengo grabada la imagen de mi hermano cuando nació Manuel. Yo estaba acostada en la cama de la habitación, la cuna a mi derecha, la habitación medio en penumbras. Era de noche y había mucha gente, aunque no me acuerdo quiénes en ese momento. Y Juan se acercó, me abrazó y me dijo "Ya sos mamá". La frase era bastante más que eso. Tenía años de historia para atrás, pero -sobre todo- era una frase hacia adelante.
No recuerdo haber estado más nerviosa que hace un año, el día que nació Valentina, pero antes de que naciera. Recuerdo esa tarde como algo eterno, donde conté baldosas, tranquilicé a unos y otros, vi la sucesión infinita de una musical de Elvis Preasley, La familia Ingalls, La mujer biónica y Columbo en el Retro de la sala de espera... Fue mucho, mucho después de horas y horas, cuando lo vi ahí, atrás del vidrio, con Valen envuelta en un sinfín de sabanitas muy blancas. Lo vi y -aunque no se lo dije- pensé "Ya sos papá".
Entonces pasó un año, y hay fiestas, y tortas, y primos pastoreando por el jardín y fotos y piñatas y festejos... y entonces pienso que una de las mejores cosas que hicieron mis padres es habernos criado como hermanos reales. Y que hay muchos motivos para festejar, y construir otra historia, única... que no se repite.