Ella dice: "es que estás con las defensas muy bajas". Y hasta ese momento es una descripción bastante acabada de mi mismidad. Traiciones, afrentas, ataques... nada es exactamente como debería y todo todo todo implica más trabajo que el natural.
Y sin embargo algo cambia en medio de la vida agitada: un paseo de compras ultraveloces, unos libros en la cartera (que, cuando son "esos" son lo más parecido a la redención), el blog de ella, pensar en la escritura como en la -mi- vida, y cierta reconexión con el simple placer físico.
Y no es que lo demás ya no esté, es simplemente que -en este instante- realmente no me importa.
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